Qué hay detrás de Etiqueta "Bajo en Grasa" en Lácteos Recompuestos con Nata
- Lini Alvarez
- 6 ago
- 5 Min. de lectura
Si eres de esas personas que te dispones a ver los ingredientes de algunos alimentos habrás notado que existen empresas del sector lácteo han adoptado la estrategia de desnatar la leche en algunos productos y luego añadir nata.


Esto, aunque se hace en cantidades controladas para poder utilizar etiquetas “bajos en grasa o light”, tiene un impacto en cómo posicionamos la marca como saludable y en cómo tomamos decisiones de compra especialmente cuando se busca un control de peso o una alternativa menos mala en respuesta a una dieta desequilibrada.
He de decir que en la actualidad no todos los yogures etiquetados como desnatados se les añade nata (hasta hace poco los yogures 0% MG lo hacían), porque esta práctica se ha reemplazado por otros ingredientes espesantes como almidón, gelatina o pectina ya que, industrialmente son más baratos y más estables. Además, la presión del consumidor y su desconfianza hizo reformular los productos para no justificar la presencia del ingrediente graso y no parecer contradictorio.
Aun así, es frecuente en algunos de estilo griego (sin receta original) o leches fermentadas (que no son yogures pero se parece a ojos del consumidor), cuyo objetivo es el de mejorar la textura y el sabor sin exceder el umbral legal del contenido graso permitido para usar la etiqueta. Porque sí. Se puede y es legal.
En España estas características se explican muy bien los siguientes reglamentos: “Reglamento (CE) nº 1924/2006 (declaraciones nutricionales y propiedades saludables), el Reglamento (UE) nº 1169/2011 (información alimentaria facilitada al consumidor) y el Reglamento (UE) nº 1308/2013 (organización común de mercados agrarios, incluidos los productos lácteos)”
La percepción nutricional
El problema que nos encontramos es que etiquetas como “bajo en grasa” o “light” desencadenan un health halo, donde los consumidores asumen automáticamente que el producto es más saludable en general, incluso si no es así. Y estas afirmaciones incrementan la intención de compra aún sin saber que en muchos casos al producto final se le añade altas cantidades de otros ingredientes como por ejemplo azúcar para compensar la calidad sensorial.
Aunque los productos bajos en grasa puedan parecer saludables, varias investigaciones recientes refutan la noción de que no son intrínsecamente mejores que sus versiones enteras. Estudios que incluso sugieren que el yogur entero puede tener ventajas sobre su versión baja en grasa en cuanto a perfil lipídico y control metabólico.
Beneficios estratégicos para la industria: desde el producto hasta el precio
La alta competitividad de las empresas lácteas ha hecho que comunicar a través de un etiquetado determine el éxito o fracaso de su producto. Así que desde la perspectiva del branding y marketing esta práctica es una herramienta simbólica de muchos beneficios más que el nutricional.

Directo al paladar

La representación del coste económico, disposición a pagar y percepción saludable para el cliente no es lo único. Hay un impacto en cómo educamos nuestro paladar y construimos nuestra relación con los alimentos reales.
Consumir de manera general alimentos desnatados, afecta directamente la experiencia del consumidor, su percepción sensorial, gustos, y preferencia por una marca.
Y esto es más notorio en la alimentación infantil. Cuando se ofrecen sin conocimiento alimentos desnatados aumentamos la preferencia por sabores modificados y perdemos la oportunidad de desarrollar el gusto por alimentos más simples o más ácidos en este caso. Sin contar que es una pauta no recomendada para el niño sano porque la grasa natural de los lácteos enteros no es algo que debamos temer en la infancia. Al contrario, es un nutriente fundamental para el desarrollo en esta etapa.
Además, el alimento “original” se ve alterado al ser desnatado y con ello sus nutrientes, y aunque no sería un problema en un contexto de alimentación equilibrada lo cierto es que, su consumo contradice parcialmente la promesa de salud. Principalmente porque al presentar menor saciedad por el bajo contenido de grasa y mayor palatabilidad en ocasiones por azúcares añadidos se aumenta la ingesta, se eligen variedades o se complementa con otros alimentos no tan saludables.
Branding y confianza: Implicaciones para marketing estratégico
El cómo podemos abordar de forma ética y efectiva este fenómeno sin engañar a quienes prefieren integridad del alimento, es una cuestión de mucho debate entre la industria y la nutrición.
Empezando porque la población muchas veces percibe como un yogurt a cualquier producto que estéticamente se les parezca, por ejemplo, lácteos fermentados disfrazados con nombres confusos.

Pero de esto hice un corto que puedes verlo aquí: Diferencias entre el yogur y leche fermentada.
Y por cierto hablando de Actimel. Tambien tengo un video sobre la estrategia comercial detrás de su etiqueta favoreciendo el “sistema inmunológico” y te adelanto, no es del todo cierto. Puedes verlo en este otro enlace: ¿Actimel es bueno para las defensas? Analizamos su Publicidad y Producto.
Lo que sabemos es que debe existir una educación de marca, explicar el proceso de añadido de nata a productos desnatados de forma honesta, destacando el motivo por el cual se hace sin apelar con justificaciones del tipo “grasa natural” y sobre todo evitar nombres que inducen al engaño. Recordando que los productos no dejan de cubrir una demanda que se alinea con tendencias actuales.
Además de adoptar etiquetas más estrictas o voluntarias que permitan comparar nutrientes globales sin que deje opción a valorar el alimento por nutrientes aislados y aportando transparencia a los procesos industriales.
En resumen, los lácteos con leche desnatada funcionan para ciertas personas con especificaciones en su alimentación o cuyo consumo de grasa esté estrictamente controlado por otra patología o un especialista. Pero cuando se añade nata se debe considerar que no están creados para cubrir una necesidad nutricional universal. Y en cualquier caso no deben asumirse como la opción más saludable por defecto o justificar la eliminación sistemática del yogur natural entero, cuando el impacto de un lácteo (entero o desnatado) depende del conjunto de la alimentación, no solo del % de grasa.
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Bibliografía.
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