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La trampa de lo "casero": cómo reforzamos lo que criticamos.

Encontrarnos productos con etiquetas como: “caseras, artesanal o natural” en el supermercado no es ninguna novedad. Están allí porque nos generan cierto confort emocional, nos dan sensación de confianza,  y nos invita a creer que lo que llevamos a casa fue hecho con dedicación, como si se tratara de nuestra propia comida.


Caldo estilo casero

Sin embargo, ciertas marcas y personajes utilizan esta estética y lenguaje para vender, sin importar la calidad nutricional del producto o el alimento.


En este sentido, lo que se protege es la marca mental que construye ese nombre. El nombre vende: compramos lo que nos suena familiar, lo que reconocemos, aunque no necesariamente sea mejor.


Origen y evolución del mensaje.


Con la proliferación de la industria agroalimentaria y los alimentos procesados, las campañas publicitarias comenzaron a impulsar una imagen de “origen rural” desde los años 70, evitando conscientemente cualquier asociación con lo industrial. Esta narrativa se ha ido adaptando a las demandas del consumidor, consolidándose en forma de reclamos como “hecho en casa” o “receta tradicional”. Actualmente, es culturalmente más aceptable etiquetar con estos términos que mostrar ingredientes poco saludables, como el azúcar o el exceso de sal.


De hecho, en décadas anteriores, el azúcar se vendía sin complejos, bajo eslóganes como “la golosina que alimenta”. Ahora, en cambio, este ingrediente como otros tantos no queridos, se ocultan bajo la estética de lo “natural”, “casero” o "recetas sin", lo cual genera un juego semántico que condiciona nuestra percepción.


Tradicionalmente, lo "casero" se asocia con alimentos preparados en el hogar, utilizando ingredientes frescos y sin aditivos artificiales. Características que suelen gustar al consumidor actual y cuya percepción ha sido aprovechada para promocionar  y crear productos en la industria. Y aunque, pueden contener una alta variedad de ingredientes sin ser cuestionados, se prioriza su elección ante su competencia directa por no llevar la misma etiqueta. A pesar de que, respeten el mismo grado de procesamiento o en ocasiones tengan la misma calidad nutricional.


El problema semántico en las recetas.


Cuando damos click a esas recetas hechas por creadores de contenido, muchas veces reforzamos el mensaje.


Las “gominolas caseras saludables”, “galletas tipo Oreo saludables” o “salchichas caseras”, aunque se presenten como una mejor opción, no elimina el problema semántico y en ocasiones ni el alimentario.


Gominolas estilo casero

Lo que hacemos es que tomamos algo del mercado, lo limpiamos, lo resignificamos, pero no lo cuestionamos. Es más, al repetir el nombre, ayudamos a consolidarlo.


Estudios muestran que etiquetas como “natural” o “casero” generan un health halo, es decir, una percepción de que el producto es más saludable de lo que realmente es, independientemente de su perfil nutricional (1-3).


Por este motivo, la industria termina ofreciendo versiones caseras con recetas mejoradas. Como si se tratara de un experimento de consumo, nosotros hacemos que estos productos no solo se valoran como más saludables, sino que también se consuman en mayor cantidad. Es lo que gusta y es lo que demandamos.


Así que, aunque se venda como una alternativa más equilibrada porque realmente sea hecho en casa, con ingredientes que controlamos, reproducir una idea comercial termina aumentado la ingesta calórica por la ilusión de “salud”. Entonces, además de consolidar el nombre, lo convertimos en una costumbre de consumo y terminamos agotados pensando que comer saludable es hacer malabares para repetir esas recetas altamente palatales que nos ofrece la industria y tanto nos gusta pero que en muchos casos nos prohibimos.


En un estudio publicado en Health Psychology (4), se observó que las participantes calificaron como más sabrosos los batidos saludables cuando los preparaban ellas mismas, aunque la receta fuera la misma. Este hallazgo conecta con lo que se conoce como el efecto IKEA (de esto hablo aquí): valoramos más aquello en lo que invertimos tiempo y esfuerzo personal. Así, aunque lo casero puede ser más equilibrado, reproducir ideas comerciales con estética ‘casera’ no reduce el consumo, porque el placer y la percepción de salud aumentan por el simple hecho de haber participado en la preparación.


El peligro de lo “casero” no siempre viene de la industria.


Recientemente hemos sido testigos de numerosas noticias acerca de intoxicaciones por recetas caseras. Y es que el hecho de imitar ciertos platos no garantiza que se haga en un entorno controlado como el que ofrece la industria, cuyas técnicas de realización y conservación garantizan la seguridad alimentaria. Proceso industriales que están muy relacionados con los temidos aditivos. Otras de las razones por los que se prefieren alimentos etiquetados como "caseros" o se reproducen estas recetas.


Cuestión que además no solo trae como consecuencia un aumento en la quimiofobia, si no que se generen problemas de salud en el hogar relacionados con el crecimiento de toxinas que pueden crecer en tarros mal esterilizados o recetas mal aplicadas. Toxinas que pueden llegar atacar al sistema nervioso, como la famosa conocida de estos casos: Clostridium botulinum.


¿Por qué no se regula el uso de términos como "casero"?.


El término "casero" carece de una definición legal uniforme. Mientras que en algunos contextos puede referirse a productos elaborados en el hogar, en el ámbito comercial su interpretación varía, lo que dificulta su regulación efectiva.


Además, he de añadir que en ocasiones vienen acompañados de un nombre más completo como: casero + natural, artesano o tradicional. El uso de apelativos que se ha vinculado a un incremento en la predisposición de compra, incluso cuando el consumidor conoce que el producto es procesado (4). Nombres que, aun siendo exagerados y confusos, tampoco se establecen criterios claros sobre su uso como Beatriz Robles explica aquí.

Lasaña estilo casero

¿Cuál es el resultado en la nutrición infantil?.


Reproducir el modelo del mercado con una apariencia más casera sin educación nutricional no solo transforma nuestra forma de alimentarnos. En el caso de la alimentación infantil, el problema es aún más grave.


Los niños no distinguen entre un producto realmente casero y uno con esa etiqueta: para ellos, si le dices “salchicha”, es salchicha. Así, reforzamos el reconocimiento del nombre, no el conocimiento real del alimento. Ese es el verdadero problema semántico: se consolida una marca mental, aunque el contenido no tenga nada que ver con lo que se prepara en casa.

Además, muchas de estas recetas se utilizan para enmascarar sabores o esconder alimentos con el fin de que sean aceptados. El resultado es un aprendizaje basado en el disfraz y no en la aceptación genuina de los alimentos. Esto favorece la selectividad y la preferencia alimentaria, reduciendo la diversidad en la dieta infantil.


En este contexto, la confusión entre “casero” y “comercial” puede dejar huellas duraderas. Porque en la alimentación, lo que está en juego es mucho más que un gusto o un sabor: se trata de la formación de hábitos, de identidad y de conciencia alimentaria. De esta forma seremos capaces de elegir con criterio y tomar decisiones informadas en un mercado que promete diversidad alimentaria, pero que no siempre es saludable.



Bibliografía.

  1. Richetin J, Caputo V, Demartini E, Conner M, et al. Organic food labels bias food healthiness perceptions: Estimating healthiness equivalence using a Discrete Choice Experiment. Appetite. 2022; 172(1): 105970.

  2. Bastounis A, Buckell J, Hartmann-Boyce J, Cook B, et al. The Impact of Environmental Sustainability Labels on Willingness-to-Pay for Foods: A Systematic Review and Meta-Analysis of Discrete Choice Experiments. Nutrients. 2021;13(8): 2677.

  3. Tonooka K, Ishikawa S. Perceptions of Handmade Food: A Questionnaire Survey Exploring Their Impact on Food Evaluations. Biology and Life Sciences Forum. 2024; 40(1): 27.

  4. Dohle S, Rall S, Siegrist M. Does self-prepared food taste better? Effects of food preparation on liking. Health Psychol. 2016; 35(5): 500-8

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